Si el amor duele

no es buena señal

Ariana Silva, Marzo 2022

El 8 de marzo conmemoramos a 129 mujeres que murieron en un incendio luego de declararse en huelga por exigir igualdad en prestaciones ya que se les pagaba menos que a un hombre por hacer exactamente el mismo trabajo. El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del edificio para presionar a las mujeres de desistir; se dice que una colilla mal apagada en un rebosante cesto de basura prendió el fuego que resultó en la calcinación de las obreras al no permitirles desalojar el recinto.

El 8M siempre fue para mí una fecha en la que las mujeres nos unimos y protestamos, siempre lo tomé más en el sentido de abogar por un cambio en las políticas de empleo y la discriminación hacia las mujeres, sin embargo, el 25 de abril del 2020 en la ciudad de Guadajalara, Jalisco, todo cambió en mi vida dando un giro de 180 grados y un mar de pensamientos comenzaron a inundar mi cabeza.

Es curioso hacerse consciente de las circunstancias físicas, psicológicas y sociales en las que nacemos, con un cerebro que absorbe información de manera sorprendente durante los primeros años de vida y es en esta parte de nuestra infancia donde aprendemos la mayor parte de los comportamientos que nos definen y que se hacen presentes hasta que eres un adulto.

La vida que hay alrededor condiciona el futuro incluso antes de nacer sin que lo notes, y cuando menos te das cuenta empiezas a tomar tus propias decisiones basadas en las referencias que tuviste durante tu infancia; cuando era niña me acostumbré a quedarme callada y a creer que lo que yo sentía no era válido y mis razones no eran suficiente para llorar, “te voy a dar una razón para que llores” me decían, y este comportamiento me hizo creer durante casi toda mi vida que cuando me sentía mal tenía que dañarme, a veces abusando del alcohol, a veces generando relaciones con personas que me humillaban y maltrataban para entonces sí tener una razón que validara los sentimientos de tristeza que me habían hecho sombra desde que tengo memoria y sin saber por qué.

La sociedad reacciona con severidad cuando no queremos o podemos acoplarnos a los patrones que se nos han impuesto, a las verdades que se han aceptado a medias por defecto al repetirlas en un bucle infinito, que, al final del día son completas mentiras, pero soy testigo que la verdad, aunque la prendan en llamas, renace de entre las cenizas siempre con una nueva cara y con mejores estrategias para afrontar la adversidad.


Adaptarse al entorno es un arma de doble filo que se convierte en tu peor enemiga cuando la comodidad es el abuso y el maltrato; nos acostumbramos a las constantes luchas, a sentirnos mal haciendo lo que no queremos sin ser plenamente conscientes de ello porque "SIEMPRE HA SIDO ASÍ".

A veces solo un acontecimiento traumático es el que te hace poner los pies en la tierra, es la vida misma pidiendo que despiertes porque llevas tanto tiempo durmiendo pensando que no tienes otra opción ¿a quién puedes culpar sino a ti mismo? porque eres ahora un adulto, has crecido y las manos asfixiantes de tu agresor sobre tu cuello te tienen al filo de la muerte y es tu culpa, porque tú lo elegiste, o eso dice la gente, y mientras estás tirada sobre la cama mirándolo con ojos desconcertados todo se va volviendo oscuro y caes en cuenta que después de aquí no hay absolutamente nada.

Solo cerrando los ojos y viendo hacia dentro caes en cuenta de tantas cosas pero ahora es demasiado tarde ¿Cómo es que llegué aquí? ¿Por qué no quise ver? ¿Cómo es posible que esté muriendo a manos de quién juraba amarme? Y regresas a todas aquellas veces que al pedir ayuda recibiste un golpe, “no seas ridícula”, “no tengo tiempo, no me estés molestando con tus tonterías” todas las veces que tuviste que reprimir los deseos y sentimientos, tratando de convencerte que las cosas que te hacían feliz estaban mal, aceptando que el amor duele, que es agresivo, que te debes moldear para satisfacer las necesidades de todos menos las tuyas porque tú eres ridícula, y está bien que la gente no tenga tiempo para ti, es normal ser ignorada, es normal sentirse triste, sentir miedo, mentir, esconderse, es normal gritar para comunicarse, así es como debe sentirse el amor; y mientras estos pensamientos resuenan en tu mente te dejas ir despacio entendiendo que solo fuiste un ser indefenso a merced de las heridas de quienes no sanaron y en tu propio trayecto también causaste daño. Ya nada puedes hacer ahora y entonces te hundes en la obscuridad de tu sistema apagándose.

De pronto regresas, aturdida y con la visión borrosa, no te apagaste, te reiniciaste. Haces tierra en el piso, tu nariz está sangrando, estás viva y lo único que sale de tu boca es un grito desgarrador pidiendo auxilio y el drama que te acompaña después de eso se convierte en la odisea de tu vida porque en el MP te tiene dando vueltas, porque “aquí no es señorita”, porque necesitas ir a una clínica hasta el fin del mundo, las del IMSS no cuentan, te ven ensangrentada y con contusiones pero debes traer los papeles con los que te limpiaste la sangre, necesitas llevar testigos, debes, ocupas, requieres, traeme, dame, te falta, ve, regresa, da tres giros con mortal hacia atrás, ven mañana, regresa otro día, te cambiaste de casa por seguridad pero vives en Zapopan y él en Guadalajara entonces ya no queda en su jurisdicción brindarte protección, tu agresor se cambió de dirección, no contesta las llamadas, YA NO SE PUDE HACER NADA.

Que frustración ser mujer, que horrible es vivir en el país con 10 feminicidios al día, donde el motivo de la muerte de mis hermanas no es un asalto (que encima la inseguridad es la gangrena del tejido social), no es el crimen organizado ajustando cuentas, no son problemas entre mujeres que lleven al asesinato, no es un accidente automovilístico, su muerte es por la trata de blancas, es un hombre acabando con la vida de una mujer porque no quiso tener sexo con él, porque quiso dejarlo, porque le dieron celos, porque le pidieron el divorcio, por venganza, porporque salió con sus amigas, porque iba a la escuela, porque era bonita, porque se podía, porque nació mujer.


Casi me asesinan porque quise detener las agresiones, porque me cansé de soportar maltratos, de estar a la defensiva todo el tiempo, de sentirme insegura, enojada sin entender el motivo, por estar harta de no tener el control de mi propia vida.


Pasé alrededor de un año fragmentada, viendo el libro de mi existencia en blanco, entre papeleo y terapias enfrentando una renuncia en contra de mi voluntad porque la compañía no podía tener a alguien en mi condición, porque los problemas que enfrentaba me habían convertido en un mal elemento. Dejé de servir porque me agredieron, así me sentía, patética, la gente lejos de ser empática sentía lástima por mí; entonces, envuelta en toda esa confusión, cerré las puertas de mi mente y me sumergí a lo más profundo de mis pensamientos, allí dentro encontré en un rincón oscuro y húmedo a la pequeña Ariana sentada, llorando y la abracé por todas aquellas veces que nadie más la había abrazado, fue entonces cuando entendí que nunca fue mi culpa, simplemente nunca habían sabido cómo amarme, porque, al igual que a mi, nadie les enseñó.


Si el amor duele no es buena señal, decidí tomar esas páginas en blanco y pintar en ellas flores, porque el amor es aprender y transmitir el aprendizaje, es una semilla que se convierte en una flor que con su aroma y colores despierta tus sentidos. El amor no lastima, el amor es paciente y gentil, amable, cálido, firme, justo. El amor y el conocimiento son el manto que nos protege de los peligros en el exterior. El amor viene en diferentes empaques, pero nunca cambia, es alguien acompañándote cuando lloras validando tus emociones, sosteniéndote, haciéndote ver cuando te has equivocado y ayudándote a encontrar una solución, es reciprocidad, es acompañar, abrazar.

El amor siempre sana, nunca hiere.

Por Ariana Silva